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HISTORIA DEL PERFUME
El nombre de perfume proviene del latín “per”, y “fumare”, producir
humo, haciendo referencia a la sustancia aromática que desprendía un humo
fragante al ser quemado. En la actualidad, la palabra se refiere al líquido
aromático que se usa para desprender olores agradables.
El interés por los aromas ha existido desde hace muchos años. Ya nuestros
antepasados más lejanos ofrecían a sus dioses fragancias obtenidas a base de
humo de incienso, mirra y otras resinas o maderas. Creían que de esta forma
podían comunicarse con sus dioses a través del humo de los aromas.
Las civilizaciones antiguas, egipcios, romanos, judíos, el pueblo asirio y
chinos, se deleitaban con los perfumes de muchas formas diferentes, cada
cultura los utilizaba con fines propios.
La egipcia fue la primera cultura en usar
fragancias. Los egipcios se aplicaban pomadas en
el pelo donde estos pesados aceites se difumaban
muy lentamente, manteniendo perfumado al
individuo por un aura de larga duración. La
hermosa Cleopatra utilizó hierbas y flores para
darle esencia a sus baños. Los perfumes, además
de usarse en las ceremonias religiosas, se usaban
para momificar cadáveres de monarcas o a sus
familiares (usaban mirra). En la tumba de
Tutankamón que fue descubierta en 1922, entre
otros objetos preciosos se encontraba un
recipiente con pomadas aromáticas que aún
conservaban su fragancia.
Los griegos que vivieron en el siglo VI a. C. usaban habitualmente
los perfumes después del baño en termas públicas. Solían untar a
cada parte del cuerpo un aroma diferente. Ninguna fiesta familiar
podía celebrarse sin “el rito de ungir”, el cual consistía en ungir los
cuerpos con aromas para purificarlos.
Los romanos, que al principio de su historia fueron un pueblo de
sencillos soldados, adoptaron de los griegos la costumbre del uso
de los perfumes. Perfumaban todo lo que estaba al alcance de sus
manos; había fuentes donde brotaba agua perfumada, metían en
sus camas pétalos de rosas, aplicaban perfumes de diferentes
aromas a cada parte del cuerpo, ponían perfume a sus ropas,
muebles e incluso a sus animales de compañía.
El mundo de la perfumería fue revolucionada por el descubrimiento
de la destilación de alcohol hecha por alquimistas árabes. Además los
árabes fueron unos verdaderos expertos en el uso de las especias. El
Corán exalta todos los aromas y propone su uso no sólo en las
ceremonias religiosas, sino también para el propio placer de
perfumarse. Con la desaparición del imperio romano y la expansión
del cristianismo que prohibió el uso de perfume por su función
sensual, en Europa desapareció el conocimiento del perfume
reapareciendo con la llegada de las Cruzadas a Tierra Santa durante
los siglos XI-XII.
En Medio Oriente las sustancias aromáticas elaboradas a base de extractos naturales eran un símbolo de lujo y
del prestigio entre las clases sociales más favorecidas. Estas sustancias eran muy costosas, por ejemplo el
ámbar tenía el mismo valor que el oro o los esclavos. El perfume obtenido por medio del humo del incienso,
de la mirra o de otras resinas o maderas, se ofrecían a los reyes. En el año 800 a.C. la reina Saba regaló
perfumes al rey Salomón. Las recetas para elaborar las fragancias se encuentran incluso en la Biblia y el
Talmud.
Los chinos solían meter entre sus sábanas unos pequeños sacos rellenos con materiales aromáticos secos, en
sus domicilios quemaban el incienso y se bañaban en aguas perfumadas. También existía una curiosa
costumbre de repartir entre los participantes de las fiestas nocturnas un trozo de papel calado con aroma de
jazmín, el cual tenía que disimular el aroma ocasionado por el abuso del alcohol.
El perfume de base alcohólica y aceites esenciales, tal como está conocido hoy
día, surgió a fines del siglo XVI. Fue famosa el “agua de la Reina de
Hungría”, Según las creencias populares la receta para elaborar este perfume
fue regalada a la reina por un monje.
En el Renacimiento, el avance de la química permitió perfeccionar las técnicas
de destilación y extracción para mejorar la calidad de los aceites esenciales.
Muy pronto Italia se transformó en la capital de la perfumería, donde los
perfumistas tuvieron que buscar los ingredientes naturales de sus perfumes
por las distintas zonas de la tierra. Las plantas más ricas fueron descubiertas
en la región de Grasses en Provenza. La ciudad pronto se convirtió en el
centro de donde provenían las materias primas para elaborar perfumes.
Sin duda el progreso más importante de la industria perfumista tuvo lugar en París a finales del siglo XIX
mediante la producción de sustancias aromáticas por medio de síntesis química, llevando el perfume a su
punto más álgido de la historia siendo en la actualidad una forma de expresar nuestra personalidad, nuestros
sentidos y nuestras costumbre